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Algunas reflexiones sobre temas frecuentemente presentes en nuestras consultas

Ser fuerte cansa...

Demasiados cuerpos cansados llegan al diván del psicólogo diciendo: "No doy más"... Ya es mi tiempo de bajar las lanzas, y los escudos... es mi tiempo de dejar de ser el que protegía a todos, es mi tiempo de decir basta... y de, por fin y en serio: cuidarme.

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A veces la gente llora, no porque sean débiles, sino porque llevan demasiado tiempo siendo fuertes...

Demasiadas personas han recorrido toda una vida siendo "el fuerte del grupo".

El amigo fuerte, el hijo fuerte, el padre fuerte, el vecino fuerte, ... y fueron protagonistas de muchas historias donde era sin duda el ídolo, el ejemplo, el valiente, en el que todos se apoyaban, el de la palabra exacta, el que sabía lo que hacía, y lo que decía... al que todos recurrían. Admirable en muchos aspectos, pero en especial por su incansable coraje, por exigir lo justo, por enfrentar cualquier miedo, sin importarle los resultados, ni las amenazas,... siempre con el animo de continuar... de levantarse luego de cada caída y seguir arremetiendo, fuerte y valiente sin descanso.

Pero ser así tiene un costo elevado.

Demasiados cuerpos cansados llegan al diván del psicólogo diciendo: "No doy más... Ya es mi tiempo de bajar las lanzas, y los escudos... es mi tiempo de dejar de ser el que protegía a todos, es mi tiempo de decir basta... y de, por fin y en serio: cuidarme.

Pero en especial es mi tiempo de reconocer que era humano, y que tenía tiempos de debilidad, y que el miedo siempre estuvo de fondo aunque me mostrara siempre audaz, tenaz y resistente.

Llegó mi tiempo de reconocer mis partes frágiles y extenuadas.

Fueron demasiadas luchas de las que me encargué... necesito un descanso... necesito mimos... necesito contención... protección... presencias.

Que ahora sean otros los fuertes y valientes.

Ahora me toca a mi por fin recostarme, reposar y que sean otros los osados y siempre fuertes.

Debemos entender que aquel que por un tiempo largo llevó un perfil de sostén para muchos incluso para sí mismo, llega un momento en que sin duda se agota. El mismo psiquismo tiene un punto límite de tolerancia cero.

Cruzado ese borde... la persona se desmorona.

Se autoexigió demasiado.

Ojalá ciertas personas no tuvieran esa tendencia a ser así. Pero lo son, hay razones en su historia para haber sido de esa manera consigo mismo y con los demás.

Pero ya es tiempo de conocer esa frontera de autoexigencias crueles y desgastantes.

Y cuando por fin se cruza ese puente ... la persona conoce por primera vez una parte suya extraña, escondida, ignorada: su parte débil, frágil, sensible, necesitada... Y no sabe qué hacer con ella... es algo totalmente nuevo de sí mismo.

Todos llevamos dentro ambos contenidos.

Todos somos débiles y fuertes, en su momento... lo ideal sería mantener un equilibrio con ambos aspectos.

Perdonarnos ser débiles, valorar el tener partes fuertes.

Son esencias que todos tenemos latiendo dentro.

En el equilibrio podríamos aceptarnos como somos en todos los sentidos, los buenos y los malos, los fuertes y los débiles, de eso se trata ser humanos.

Y no temamos tanto a nuestros lados frágiles, enclenques, desconfiados, temerosos... que llegados esos momentos siempre habrán puntos de soporte donde apoyarse, reconstruirse, y sanarse.

Ps. Patricia Cabrera Sena
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